A finales del
siglo XVIII y principios del XIX se investigaron simultáneamente las teorías de
la electricidad y el magnetismo. En 1819, el físico danés Hans Christian
Oersted llevó a cabo un importante descubrimiento al observar que una aguja
magnética podía ser desviada por una corriente eléctrica. Este descubrimiento,
que mostraba una conexión entre la electricidad y el magnetismo, fue
desarrollado por el científico francés André Marie Ampère, que estudió las
fuerzas entre cables por los que circulan corrientes eléctricas, y por el
físico francés Dominique François Arago, que magnetizó un pedazo de hierro
colocándolo cerca de un cable recorrido por una corriente. En 1831, el
científico británico Michael Faraday descubrió que el movimiento de un imán en
las proximidades de un cable induce en éste una corriente eléctrica; este
efecto era inverso al hallado por Oersted. Así, Oersted demostró que una
corriente eléctrica crea un campo magnético, mientras que Faraday demostró que
puede emplearse un campo magnético para crear una corriente eléctrica. La
unificación plena de las teorías de la electricidad y el magnetismo se debió al
físico británico James Clerk Maxwell, que predijo la existencia de ondas
electromagnéticas e identificó la luz como un fenómeno electromagnético.
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